En
Chiloé y zonas vecinas las fuerzas naturales accionan con extraordinaria
violencia. Los grandes aguaceros suelen hacer crecer repentinamente arroyos
normalmente inofensivos, transformándolos en raudales de impresionante fuerza.
Buques que navegan en alta mar frente a las costas desaparecen a veces sin
dejar rastro alguno. Los temporales adquieren inusitada intensidad.
Todo
eso es fácil explicarlo: es obra del Camahueto. Trátase de un animal que nace
en los arroyos, teniendo en un principio la estatura de un ternero o huemul,
para luego comenzar a crecer y desarrollar esa fuerza. Cuando está bien formado
procura llegar al mar y se precipita hacia él, arrasando con cuanto se oponga a
su paso. Puede incluso arrancar de sus cimientos medio cerro y arrastrarlo
consigo al mar. Allá avanza cual el más espantoso huracán, continuando su obra
destructora.
Se le
ha observado frecuentemente en el Río Bravo, situado entre Nercón y Rauco y que
lleva por él su nombre. Los brujos suelen ir a bañarse allá, a fin de que les
transmita su vigor. Pero aún para ellos ese río es a menudo demasiado
impetuoso. Ellos son capaces, sin embargo, de calmarlo, gritándole:
"¡Calma, Traiguén!" (en mapuche, traiguén es un río correntoso y que
hace mucho ruido: seguramente, es el nombre araucano de aquel río).
Cuando
ya está creciendo el Camahueto y se interna en un riacho o una laguna, los seca
de inmediato, pues absorbe su líquido.
En el
mar arremete contra buques de gran tamaño, que despedaza por completo, por lo
cual nadie se salva y apenas se encuentran algunos restos de su estructura.
Es
insaciable, siendo capaz de devorar en pocas horas grandes cardúmenes, lo que
explica por qué a veces desaparecen todos los peces en las costas del
archipiélago. No trepida tampoco en alimentarse de carne humana.
Reposa
a menudo en El Salto del río Mauüín, y si algún intruso se acerca a ese lugar
provoca tempestades eléctricas con feroces truenos y violentos aguaceros, a fin
de impedir el acceso. Sólo los brujos son capaces de acercársele, y ellos lo
usan también para viajar sobre su lomo, a igual que sobre el Caballo de Mar.
Es por
sus acciones destructoras que ha recibido su nombre, que proviene de
"cadme", muy y "hued", malo.
En
verdad tiene, sin embargo, también cualidades favorables. A veces se encuentran
sus huesos en los ríos: se les raspa y mezcla con huevo y harina de trigo para
confeccionar un emplasto. Se coloca éste, fijado con papel colado, sobre la
parte afectada del cuerpo, previamente tajada, y luego se logrará sanar la
enfermedad.
Además
de sus fuertes garras y agudísimos dientes tiene dos cuernecillos que chispean
como el oro: si se les encuentra y hace una raspadura, ésta permite lograr
prodigiosos efectos en el tratamiento de fracturas y luxaciones de los brazos y
piernas, ingerida en forma de una cocción. Es preciso proceder así porque si se
ingieren esos fragmentos en estado natural, ellos se reproducirían en el
estómago, matando al individuo. Por otra parte, si uno de ellos cae al agua,
luego tomará resuello y pronto se formará un nuevo Camahueto, que más tarde se
precipitará al mar.
Todavía
hoy se cuenta que los abruptos barrancos de la costa occidental de la Isla
Grande de Chiloé son obra de él.
*Texto
adaptado de Mitos y Leyendas de Chile, de Carlos Keller.