La siguiente relación del combate de Iquique, fue publicada originalmente en el diario El Comercio, de Iquique y aparece en el Libro Las Dos Esmeraldas, de Benjamin Vicuña Mackenna. Se trata de un relato de primera mano del combate, visto por un testigo peruano. Es un relato extremadamente ecuánime, pese a su origen, y que da cuenta fehacientemente de la calidad moral de los héroes Arturo Prat y Miguel Grau, con justicia reconocidos como tales en ambos países, de forma casi unánime. 


“Relación del Combate de Iquique, publicada en “El Comercio” de esa ciudad, por su redactor don Modesto Molina, testigo presencial.


Con el objeto de que nuestros lectores puedan comunicar al exterior algunos detalles sobre el combate de ayer, nos apresuramos a dar el presente boletín.

A las 7 y 15 de la mañana se avistaron dos buques que venían del norte, a los cuales todos suponían ser enemigos. Uno de ellos avanzó hacia el oeste del puerto, tomando poco después rumbo al fondeadero.

En el acto se pusieron en movimiento la Esmeralda, la Covadonga y el transporte Lamar que sostenían el bloqueo de este puerto.

Como los dos buques que asomaron despedían mucho humo, sospecharon, sin duda, los bloqueadores que eran de los suyos. Sin embargo, para cerciorarse más, se dirigieron hacia el que veían entrar por el oeste.

Reconocido que fue el Huáscar, que era el primero que hizo proa a nuestro puerto, la Covadonga se acercó al transporte Lamar y le dio orden de irse al sur a toda máquina. El Lamar con toda fuerza tomó el rumbo que se le había indicado.

Mientras esto tenía lugar, el Huáscar izando un hermoso pabellón peruano, disparaba el primer cañonazo sobre la Esmeralda, que a su regreso, después de reconocer nuestros buques, se entró al fondeadero para impedir que el Huáscar, por no dañar a la población, le hiciese fuego.

La Independencia avanzó hacia el sur, con el objeto de impedir que la Covadonga, que tiene muy buen andar, se le escapase. Fue entonces cuando se trabó un combate recio por nuestra parte y desesperado por la del enemigo, que ha demostrado un heroísmo espartano.

Jaqueada la Esmeralda por el Huáscar, que la perseguía en las ligeras evoluciones que ella hacía, entre nuestra rada y el Colorado, único trayecto que pudo recorrer, porque no tenía escape, ni al norte ni al sur, el monitor le hacía fuego por elevación, a fin de lograr que la corbeta se rindiese.

Que desde el principio fue ese el objeto del valiente comandante señor Miguel Grau, lo prueban las bombas y balas rasas que reventaron en el cerro de Huantaca, y en el que está frente a la casa del señor Williamson.

La Esmeralda sostenía el fuego con un tesón admirable, haciendo certeras punterías a flor de agua y por elevación; pero el Huáscar le respondía de tarde en tarde a fin de no dañarla. En uno de los movimientos de la corbeta chilena, se puso frente y muy cerca de la estación del ferrocarril.

Entonces el señor general Buendía que, para todo caso hizo colocar la artillería de campaña por ese punto, ordenó que rompiese ésta el fuego sobre el buque chileno, y que igual cosa hiciesen los soldados. En efecto, las cuatro piezas de a 9  empezaron a hacer un fuego pronto y certero, al cual contestó la corbeta con una andanada y con tiros de fusilería tan sostenidos, que parecían los de dos ejércitos numerosos que se baten encarnizadamente.

Después de sesenta cañonazos de tierra, más o menos, se consiguió desalojar a la Esmeralda, que buscaba, siempre haciendo fuego, la salvaguardia de la población para no perderse.

Mientras tanto, la Covadonga huía y huía a toda máquina hacia el sur, recibiendo los constantes tiros que la Independencia le hacía y correspondiéndolos con denuedo y buen éxito. Hubo un momento en que se creyó perdida la Covadonga. Entonces hizo rumbo al interior de la caleta de Molle, siempre combatiendo. 

Mal manejada la Independencia, no conocedor, sin duda, su comandante de esa bahía y sus malos bajos, y, por otra parte, deseando tomar el buque sin causarle grave daño, emprendió su  persecución. 

Pero sucedió que, en vez de tomar rectamente al sur para ganarle la vanguardia a la Covadonga, que, dentro de Molle, tenía que describir una semicircunferencia para verse fuera de la ensenada, el blindado peruano tomó la retaguardia y emprendió la persecución del buque enemigo, el cual, muy pegado a la costa, daba todo su andar a la máquina para lograr la fuga.

Tanto se acercó a la playa, que la guarnición que está en Molle le hizo fuego de fusilería,  al que la Covadonga contestó inmediatamente.

El combate entre el Huáscar y la Esmeralda había tomado más calor, haciéndose ya insostenible por parte del buque chileno, cuyas averías principiaban a ser de consideración.

Fue entonces cuando el comandante Grau vio llegado el momento supremo. Fuera de tiro de cañón la Covadonga, que huía sin que pudiera darle caza la Independencia, y viendo que se prolongaba el combate, decidió ponerle fin con un acto de heroísmo.

Cuando la Esmeralda estaba frente al Colorado, al norte de este puerto, le arremetió el Huáscar con su espolón, descargándole antes dos cañonazos que inutilizaron algunas piezas del enemigo. La corbeta principió a hacer agua. Al habla ambos buques, el comandante Grau intimó rendición a la Esmeralda; pero el jefe de la corbeta chilena se negó a arriar su bandera.

Viendo el señor Grau que era inútil toda consideración, arremetió por segunda vez con su buque a la Esmeralda, que entonces, como anteriormente, no había cesado de descargar sus cañones.

En este segundo choque se desconectó el eje de la maquinaria de la corbeta chilena y una bala del monitor le mató treinta y seis hombres.

Era preciso que se diese fin a un drama tan sangriento y que no reconoce ejemplo en la historia del mundo.

Así fue.

A una evolución de la Esmeralda, en que se presentó hacia el suroeste su costado de estribor, le acometió por tercera vez el Huáscar con su ariete, descargándole dos cañonazos. Uno de éstos le llevó por completo la proa, por la cual principió a hundirse.

Fue en este tercer choque cuando el comandante Prat de la Esmeralda, saltó, revólver en mano, sobre la cubierta del Huáscar gritando:

¡Al abordaje, muchachos!

Lo siguieron un oficial Serrano, que llegó hasta el castillo, en donde murió, un sargento de artillería y un soldado. Todos estos quedaron en la cubierta muertos. Prat llegó hasta el torreón del comandante, junto al cual estaba el teniente S. Velarde, sobre el que hizo tres disparos, que le causaron la muerte.

Entonces un marinero acertó a Prat un tiro de Comblain en la frente, destapándole completamente el cráneo, cuyos sesos quedaron desparramados sobre cubierta.

Mientras esas sangrientas escenas tenían lugar sobre la cubierta del Huáscar, la Esmeralda desaparecía. En efecto, se inclinó hacia estribor, que fue por donde el ariete la cortó, y algunos segundos después se hundió siempre de proa. El pabellón chileno fue el último que halló tumba en el mar. 

La Esmeralda era una especie de almacén o depósito de la escuadra chilena en que se encontraba víveres, armamento, municiones y otros recursos de todo género. No es, pues, extraño que después de haberse hundido, se haya visto a flote cajones de distintas clases y tamaños.

Al hundirse la Esmeralda un cañón de popa, por el lado de estribor, hizo el último disparo, dando la tripulación vivas a Chile.

El combate concluyó a las 11.45 A.M.

Después de la catástrofe, que apagó los gritos de entusiasmo con que desde el principio eran saludados los tiros del Huáscar por el pueblo y el ejército, siguió el estupor y el silencio en todos.

La impresión que en los habitantes de Iquique produjo el hundimiento del buque enemigo pudo más que la alegría, y la apagó.

¡Tremendo misterios del corazón humano!

Mientras que al norte de Iquique el triunfo ponía fin a un espantoso drama, al sur tenía lugar otro inesperado.

Forzando su máquina la Independencia, pudo dar caza a la Covadonga, que iba completamente destrozada. Se puso al alcance de ella frente a Punta Grande, que dista como nueve millas y algo más de este puerto. A pesar de su mal estado, la Covadonga hacía fuego de cañón y de rifle. Entonces el comandante Moore resolvió pasarla por ojo, e hizo que su buque orzara para verificar la operación.

Desgraciadamente cuando esta maniobra tenía lugar, el blindado chocó por el costado de babor en una roca, abriéndolo e inclinándolo de ese lado. En el acto se esparció el desaliento y la confusión. Se echaron botes para salvar la gente, y la que no tuvo embarcaciones, se arrojó a nado para ganar la playa.

Debemos hacer constar para la historia un hecho que habla muy en alto en favor de nuestra proverbial generosidad y que será un nuevo baldón para Chile. Mientras que en nuestra bahía el Huáscar arrió todas sus embarcaciones para socorrer a los náufragos de la Esmeralda que a gritos pedían auxilio, del Covadonga se hacia fuego de rifles y ametralladoras sobre los botes y la gente que nadando tomaban la playa, después de abandonar la Independencia.

Luego que el Huáscar tomó a los prisioneros que, en número de cerca de cuarenta, pudieron salvarse, se dirigió al Sur en persecución de la Covadonga y en auxilio del blindado.

Cuando ésta vio a nuestro monitor, cesó en la infame tarea de asesinar náufragos y tomó la fuga.

Siendo imposible salvar a la Independencia se le puso fuego.

Hasta el momento mismo de entrar este numero en prensa, arde todavía el casco de ese buque, cuya gente vino por tierra anoche a este puerto.

El comandante Moore: el segundo y algunos otros oficiales y empleados del blindado, pasaron al Huáscar, el cual regresó a este puerto anoche a las siete, dejando poco después nuestro fondeadero sin rumbo conocido.

Al fugar el trasporte Lamar antes que nuestros buques entrasen a la bahía e hiciesen el primer disparo, izó el pabellón americano. Por esta razón se dice que el comandante Grau no lo persiguió.

Al abordar los prisioneros chilenos las embarcaciones que fueron en su auxilio, dieron un ¡viva al Perú! y encomiaron el valor y generosidad de los peruanos para con los rendidos.

El oficial don Guillermo García y García de la Independencia, murió después de encallada ésta, a consecuencia de dos tiros de comblain que se le hicieron de la Covadonga.

Han sido heridos el capitán de fragata don Ramón Freire y tres hombres de mar del Huáscar.

Entre los prisioneros sabemos que están:
  1. El teniente 1° segundo comandante de la corbeta Luis Uribe.
  2. Teniente Francisco Sánchez.
  3. Guardias-marinas; Arturo Wilson, Arturo Fernández, Vicente Zegers.
  4. Cirujano, Cornelio Guzmán.
  5. Practicante, Juan O. Goñi.
  6. Subtenientes, Antonio D. Hurtado, German Segarra.
  7. Pasajero, Agustín Cabrera.
 
A estos individuos se les ha alojado en el cuartel de la Compañía “Salvadora”, y el resto de la tripulación está a cargo de la Columna de Gendarmes.

No es exacto que estén incomunicados; por el contrario, se les ha ofrecido la libertad, pero ellos no han aceptado por temor a sufrir desaires del pueblo. Eso piensan, porque no conocen el carácter generoso y magnánimo de sus apresadores.

Desde que asomaron los buques y principió el combate, el ejército se colocó en sus posiciones con una celeridad y entusiasmo que acusan moralidad, disciplina y el tradicional pundonor de nuestros soldados.

El señor general Buendía, general en jefe del ejército, recorrió la linea de la playa entusiasmando a los soldados y dictando medidas oportunas para prevenir las emergencias que tiene la guerra en casos dados.

Los comandantes generales de división estaban también en sus puestos.

Hemos procurado hacer esta narración lo mas exacta posible, recordando lo que con toda calma hemos visto, y tomando la palabra de varios oficiales de marina, actores en este primer hecho de armas en la guerra a que injustamente nos ha provocado Chile.

Por la redacción.

MODESTO MOLINA.



Por otro lado, el siguiente es el parte oficial del teniente Luis Uribe, de Chile, dando cuenta al gobierno chileno del resultado del combate del 21 de mayo: 

Parte oficial del segundo Comandante de la Esmeralda : don Luis Uribe.


Iquique , mayo 29 de 1879.

Tengo el honor de poner en conocimiento de V.S. que el 21 del presente , después de un sangriento combate de cuatro horas con el monitor peruano Huáscar , la Esmeralda fue echada a pique al tercer ataque de espolón del enemigo . El honor de la bandera ha quedado a salvo , pero desgraciadamente tenemos que lamentar la perdida de tres de sus más valientes defensores : el capitán Arturo Prat , el teniente Serrano y el guardiamarina Riquelme.

Como a las 07 :00 AM. del día indicado divisamos dos humos al norte . Inmediatamente se puso el buque en son de combate . A las ocho se reconoció al Huáscar y poco después a la fragata Independencia . Se hicieron señales a la Covadonga de venir al habla y el capitán Prat le ordeno tomar poco fondo e interponerse entre la población y los fuegos del enemigo . Al movernos para tomar la misma situación , se nos rompieron dos calderos y el buque quedó con un andar de dos a tres millas . A las ocho treinta la acción se hizo general . La Covadonga se batía con la Independencia , haciendo al mismo tiempo rumbo al sur y la Esmeralda contestaba los fuegos del Huáscar y se colocaba frente a la población a distancia de 200 metros de la playa.

Desde esta posición batíamos al enemigo ; nuestros tiros , que al principios eran inciertos , fueron mejorando y varias granadas reventaron en la torre y el casco del Huáscar sin causarle el más leve daño.

Los tiros de este ultimo pasaban en su mayor parte por alto y varios fueron a herir a la población . Nuestra posición era pues , ventajosa ; pero como se nos hiciera fuego de tierra con cañones de campaña , matándonos tres individuos e hiriéndonos otros tantos , el capitán Prat se vio obligado a ponerse fuera de su alcance.

En este momento , 10:00AM. una granada del Huáscar penetro en el costado de babor y fue a romper a estribor , cerca de la línea de agua , produciendo un pequeño incendio que fue sofocado a tiempo . Mientras tanto el Huáscar se había acercado como seiscientos metros y a esta distancia continuo la acción cerca de una hora sin recibir otra avería que la que dejo indicada . Viendo el Huáscar el poco efecto de sus tiros , puso proa a la Esmeralda .

Nuestro poco andar impidió a nuestro comandante Prat evitar el ataque del enemigo ; su espolón vino a herir el costado de babor frente al palo de mesana y los cañones de su torre , disparados a toca penoles antes y después del choque , hicieron terribles estragos en la marinería.

El capitán Prat , que se encontraba en la toldilla desde el principio del combate , salto a la proa del Huáscar dando al mismo tiempo la voz de " al abordaje " desgraciadamente , el estruendo producido por la batería al hacer fuego sobre el Huáscar , impidió a muchos oír la voz de nuestro valiente comandante ; y de los que se encontraban en la toldilla con el , solo el sargento pudo seguirlo , tal fue la ligereza con que se retiro la proa del Huáscar de nuestro costado.

El suscribe se encontraba en el castillo de proa y desde ahí tuve el sentimiento de ver al bravo capitán Prat caer herido de muerte combatiendo al pie mismo de la torre del Huáscar.

Inmediatamente me fui a la toldilla y tome el mando del buque . Mientras tanto , nos batíamos casi a boca de jarro , sin que nuestros tiros hicieran el menor efecto . En cambio , las granadas del enemigo hacían terribles estragos ; la cubierta y entre puente se hallaban sembrados de cadáveres.

Volvió el Huáscar a embestir con el espolón directamente al centro de este buque . Goberné para evitar el choque ; pero la Esmeralda andaba tan poco , que no fue posible evitarlo y recibió el segundo espolonazo por el lado de estribor . Esta vez , el teniente Serrano que se encontraba en el castillo , salto a la proa del Huáscar seguido de doce individuos . En la cubierta de este ultimo no se veía ningún enemigo con quien combatir ; pero de sus torres y parapetos de popa salía mortífero fuego de fusiles y ametralladoras.

El valeroso teniente Serrano y casi todos los que lo siguieron sucumbieron a los pocos pasos. Desde esta posición batíamos al enemigo ; nuestros tiros , que al principio eran inciertos , fueron mejorando y varias granadas reventaron en la torre y casco del Huáscar sin causarle el más leve daño.

La ligereza con que se retiraba de nuestro costado la proa del Huáscar y el poco andar de la Esmeralda para colocarse a su costado , único modo como habría podido pasar todo el mundo a la cubierta del enemigo , hacia imposible todo abordaje.

Por este tiempo nuestra tripulación había disminuido enormemente . Teníamos más de cien hombres fuera de combate , la santa Bárbara inundada y la máquina había dejado de funcionar . Los pocos cartuchos que quedaban sobre cubierta sirvieron para hacer la ultima descarga al recibir el tercer ataque de espolón del enemigo.

El guardia marina don Ernesto Riquelme , que durante toda la acción se porto como un valiente , disparo el ultimo tiro: no se le vio más ; se supone que fue muerto por una de las ultimas granadas del Huáscar .

Pocos momentos después de recibir el tercer espolonazo , se hundió la Esmeralda con todos sus tripulantes y con su pabellón izado al palo de mesana , cumpliendo así los deseos de nuestro malogrado comandante , quien al principar la acción dijo :

" Muchachos, la contienda es desigual . Nunca se ha arriado nuestra bandera al enemigo; espero ,pues, no sea esta al ocasión de hacerlo. Mientras yo este vivo, esa bandera flameara en su lugar y aseguro que , si muero , mis oficiales sabrán cumplir con su deber."

Los botes del Huáscar recogieron del agua a los sobrevivientes y en la tarde del mismo día fuimos desembarcados en Iquique en calidad de prisioneros.

Acompaño a V.S. una relación de la oficialidad y tripulación que ha salvado y que se hallan presos en este puerto.

Al señor Comandante General de Marina.

Luis Uribe.


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