El creciente conflicto diplomático entre Rusia y Estados Unidos, la presencia de China, y el rol de potencias menores en conflicto tales como Pakistán-India, Irán-Turquía y Argelia-Marruecos, con posibles ramificaciones nucleares, hace que nuevamente surja en la ciudadanía la posibilidad de verse frente a un conflicto nuclear. Frente a tan lamentable situación internacional, la Academia Nacional de Rino Island responde una consulta reiterada durante las últimas semanas: ¿Cuáles serían los efectos de una guerra nuclear global?
Según cálculos, en un enfrentamiento nuclear masivo entre las superpotencias nucleares, USA y Rusia, se llegaría a detonar de 5.000 a 10 000 megatones de fuerza explosiva. De esta forma las numerosas tormentas de fuego globales encendidas por explosiones nucleares levantarían grandes cantidades de humo de hollín hacia la troposfera superior y la estratosfera inferior por el movimiento ofrecido por las nubes.
Dicho hollín, debido a la absorción de la luz solar, se calentaría y elevaría a la estratosfera, donde el humo podría persistir durante años si no hay lluvia para lavarlo. La oscuridad sería casi total entre los 30 y 60º de latitud norte, haciendo que las temperaturas de la superficie bajen drásticamente. En este escenario, se predice que las temperaturas del aire serían iguales o más frías que el invierno, durante los meses o años que permanezca dicha nube.
El mecanismo de eliminación física más importante es la lluvia, tanto la post evento radioactivo, como la lluvia después de la dispersión de la nube, donde el humo ya no se concentra y, por lo tanto, se cree que la eliminación húmeda es muy eficiente en escenarios de baja concentración. Naturalmente esa lluvia es fuente de gran contaminación superficial, y de alta toxicidad. 
Un estudio presentado en la reunión anual de la Unión Geofísica Americana en diciembre de 2006 encontró que incluso una guerra nuclear regional a pequeña escala podría alterar el clima global durante una década o más. 
A partir de un escenario de conflicto nuclear regional donde dos naciones opuestas, tales como India y Pakistán, usan cada una 50 armas nucleares del tamaño de Hiroshima (15 kilotones), los investigadores estimaron que se liberarían hasta cinco millones de toneladas de hollín, lo que produciría un enfriamiento de varios grados en grandes áreas de América del Norte y Eurasia. incluyendo la mayoría de las regiones productoras de granos. El enfriamiento duraría años y, según la investigación, podría ser catastrófico. 
Pero eso no es todo; un estudio de 2008 determinó que un intercambio de armas nucleares entre Pakistán e India utilizando sus arsenales actuales podría crear un agujero de ozono casi global, desencadenando problemas de salud humana y causando daños ambientales durante al menos una década. El hollín absorbería suficiente radiación solar para calentar los gases circundantes, aumentando la descomposición de la capa de ozono estratosférico que protege a la Tierra de la dañina radiación ultravioleta, con hasta un 70% de pérdida de ozono en latitudes altas del norte.
Tras el invierno nuclear inicial seguiría un fenómeno poco mencionado en los medios: el verano nuclear. Se trata de un efecto invernadero acelerado debido a dos gases; el dióxido de carbono liberado por los gigantescos incendios y el metano liberado por la descomposición de materia orgánica muerta y los millones de cadáveres que se congelaron durante el invierno nuclear. 
El verano nuclear elevaría las temperaturas de la superficie rápidamente en muchos grados, lo suficiente como para causar la muerte de la mayor parte de la vida que había sobrevivido al invierno nuclear, ya que muchos de los sobrevivientes son más vulnerables al calor debido al largo tiempo habitando a temperaturas más bajas de lo normal.
Sin embargo, estos escenarios no han sido correctamente estudiados, y muchos alegan que son exageraciones, al tomar de base escenarios de guerra nuclear ecuatorial, cuando los conflictos más grandes tendrían lugar únicamente en el hemisferio norte. Incluso reconocidos expertos caían en este yerro. 
Carl Sagan planteaba exageradamente que "en casi cualquier caso realista que involucre intercambios nucleares entre las superpotencias, los cambios ambientales globales son suficientes para causar un evento de extinción igual o más severo que el del final del Cretácico cuando los dinosaurios y muchas otras especies se extinguieron son probables". Con razón entonces Russell Seitz le rebatiría argumentando que "la ominosa retórica en cursiva en este pasaje pone incluso el escenario de 100 megatones a la par con la explosión de 100 millones de megatones de un asteroide que golpea la Tierra". 
Sin embargo los efectos del peor de los casos, base de la mayoría de los modelos, varían significativamente cuando la eventual guerra nuclear ocurre en el invierno del hemisferio norte. Se ha señalado que si ocurriera el mismo número de explosiones e incendios subsiguientes en los meses de otoño o invierno, cuando hay una luz solar mucho menos intensa para arrojar hollín a una región estable de la estratosfera, la magnitud del efecto de enfriamiento sería insignificante. 

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