Todos sabemos que normalmente los vástagos de los hombres y animales resultan más o menos parecidos a sus padres y que, en todo caso, sus cuerpos corresponden a las formas que caracterizan a su especie.

Excepcionalmente nacen, sin embargo, terneros, ovejas u otros animales con dos cabezas, o con partes del cuerpo que no corresponden a su familia sino a otra, o bien salen a luz tullidos y deformados. Aún se presentan casos en que ciertos órganos son truncos e incompletos.

¿A qué se debe? Pues bien, el causante de todas esas anomalías, que también afectan a la descendencia del hombre, es el Huallepeñ.

Para decir la verdad, nadie ha visto a este malhechor, ni es posible, por tanto, describirlo. Se debe ello a que es invisible. Pero nadie puede poner en duda los frutos de sus maldades, pues aquellas anomalías ocurren con cierta frecuencia.

Es, por otra parte, perfectamente posible indicar sus condiciones, pues sin ellas no podría realizar sus maleficios: es muy atrevido, muy fuerte y huraño. No conoce temor alguno, y por muy defendidas que estén, se acerca sorpresivamente a las hembras y las cubre, engendrando en ellas esos seres deformados.

En cuanto a las mujeres, basta que ellas se encuentren (aún sin verlo) con un Huallepeñ cuando estén encinta, o bien, que escuchen su berrido —pues lo tiene—, o que sueñen tres noches seguidas con él, para que tengan un hijo deforme. Es Incluso suficiente que vean un animal contrahecho engendrado por un Huallepeñ para que también lo generen. Otro efecto posible es que esa mujer quede estéril.

No vive este malhechor solamente en tierra firme, sino también en el agua, y es en ella especialmente peligroso, pues ataca a hombres y animales con gran ímpetu.

La existencia del Huallepeñ fue descubierta primero por los araucanos, que le dieron su nombre, el que proviene de hualle, roble nuevo, y peñ, pesar, sentimiento de dolor, o sea, tanto como un vástago en que se piensa con dolor, por lo deformado que nace. Hoy día la creencia en él se ha generalizado en todo el país de Chile, y en zonas araucanas de la Argentina.

*Texto adaptado de Mitos y Leyendas de Chile, de Carlos Keller.


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