La odisea de los náufragos del Essex
En noviembre de 1820, y en el Pacífico
Sur, el famoso cachalote albino Mocha Dyck, embistió al barco ballenero Essex
en repetidas ocasiones hasta hundirlo. Los miembros de la tripulación consiguieron
llegar en los botes a la Isla Henderson, una minúscula isla cerca de Pitcairn.
Solo una semana les tomó a los
hombres de ballenero agotar los recursos de la isla. La situación se volvió
insostenible y el Capitán Pollard decidió buscar salvación por el mar; la mayoría
le siguió, aunque tres decidieron quedarse en la isla.
Los que se iban, subieron a
dos botes y se aprovisionaron lo que pudieron, pero la travesía iba a ser larga
pues se encontraban a miles de millas de cualquier costa. Pronto empezaron a
caer los marinos: diarreas y alucinaciones complicaron su destino. A los
primeros muertos se les respetó echándolos al mar. Pero el hambre acuciaba de
tal modo que en cierto momento no quedó otra que comerse unos a otros.
La desesperación llegó al
extremo de que, ante el hecho de que nadie más moría, los que quedaban
decidieron que debían sacrificar a uno para que los demás pudiesen seguir.
Sortearon también quién sería el encargado de pegarle el tiro. Los viajeros de
uno de los botes tardaron 93 días en ser rescatados. Los del otro, 95. Fueron
conducidos a Valparaíso donde informaron de que en Henderson había tres hombres
esperando el rescate: fueron rescatados al borde de la muerte.
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