El mito de Cai-Cai y Tren Tren
Quien
se tome la molestia de estudiar un poco la toponimia del país, se encontrará
muy a menudo con el nombre de Tren-Tren (Ten-Ten o más correctamente Chren-Chren)
que llevan muchos cerros desde el Norte Chico hasta Chiloé. Menos frecuente es
el topónimo de Cai-Cai, pero no falta. Lleva ese nombre, por ejemplo, un cerro
en la parte occidental de la Isla Grande de Chiloé.
Trátase
de dos enormes serpientes, siendo Cai-Cai una marina y Tren-Tren una terrestre.
Frecuentemente, se encuentran en pugna. El mito original no indica la causa,
pero versiones populares todavía en boga en Chiloé sostienen que en una ocasión
un Trauco trató de apoderarse de una hermosísima joven que se fue a bañar al
mar. Al querer violentarla, la muchacha se defendió con todas sus fuerzas y
dominó al malhechor, quien llamó a su padre, Cai-Cai. Este concurrió de
inmediato, y entre ambos dominaron y violentaron a la joven.
Nació
una bellísima hija, muy amada por su madre, el padre (o sea, el Trauco) y por
Cai-Cai. Este culebrón tenía un Pillán que acompañaba al sol en su trayectoria
por el firmamento y pretendió casar a la hija con él. Al saber esto la madre,
estaba desesperada y no dejaba de llorar.
Tren-Tren,
serpiente benigna, escuchó sus llantos y acudió de inmediato para atenderla; y
ella le rogó que salvara ante todo a su criatura. La serpiente abrió su boca, y
la niña fue depositada en ella, después de lo cual el reptil ascendió de
inmediato por la ladera de un cerro en que se encontraba su cueva, a fin de
ponerla a salvo. Esos cerros son fáciles de reconocer: tienen siempre forma
cónica.
El
Trauco no estaba en situación de seguir a Tren-Tren, pues debido a sus pies
informes no puede correr. Cai-Cai, a su vez, se revolcaba lleno de rabia en el
mar. Finalmente, se le ocurrió pedir a Pillán y a los aliados -de éste en el
cielo que hicieran llover torrencialmente. El aguacero se prolongó durante
semanas, de modo que finalmente ocurrió un verdadero diluvio: se juntaron
tantas aguas en el mar que éste comenzó a salir de madre y a inundar la tierra.
Pronto
estaban amagadas todas las tierras bajas, pero el agua seguía subiendo y cubría
las colinas y serranías. Luego hubo sólo algunas cumbres prominentes que
sobresalieran. Cai-Cai era tan poderoso que logró cubrir también toda la
Cordillera Nevada.
Más
eficiente era, sin embargo, la magia aplicada por Tren-Tren, pues era capaz de
hacer elevarse los cerros que llevan su nombre. Por mucho que se esforzara
Cai-Cai, no le fue posible alcanzar con sus aguas esas cumbres. Había, eso sí,
otro peligro: al subir, ellas se acercaban demasiado al sol, y el calor de los
rayos de éste quemaba cada vez más. Sólo era posible salvarse de ser abrasado,
colocándose una callana amplia (fuente de greda) sobre la cabeza, y aun así el
calor era sofocante y casi insoportable.
Reconocida
por Cai-Cai su incapacidad de imponerse, dejó finalmente de llover, y las aguas
comenzaron a bajar otra vez. Lentamente se restableció la normalidad.
Muy
pocos lograron salvarse, sin embargo, de esta catástrofe. La mayoría de los
animales fueron transformados en piedras. Y en cuanto a los seres humanos,
todos aquellos que no alcanzaron la cumbre de un cerro Tren-Tren, fueron alcanzados
por las aguas y se transformaron en peces.
Los
araucanos tienen un vivido recuerdo de este diluvio, por lo cual casi siempre
se encontrarán en sus rucas algunas callanas, destinadas a ser usadas al
repetirse una invasión de la tierra por el mar, como ha ocurrido ya tantas
veces en los maremotos, aunque en forma menos intensa que en aquel que
recuerdan sus antepasados.
*Texto adaptado de Mitos y Leyendas de Chile, de Carlos Keller.