En esta sesión de formación cívica nacional vamos a exponer unas palabras sobre el sistema económico del distributismo. G.K Chesterton, prolífico escritor católico e inglés, fue el principal exponente del distributismo, una tercera vía económica opuesta a los dos sistemas materialistas: capitalismo y socialismo.

En The Outline of Insanity Chesterton define al capitalismo como “La situación económica en la que existe una clase de capitalistas, más o menos reconocible y relativamente pequeña, la cual posee y concentra la mayoría del capital, de modo tal que se hace necesario que una gran mayoría de los ciudadanos deba servir a esos capitalistas a cambio de un sueldo”.

Los seguidores de Chesterton, agrupados en la liga distributista, proponen en sucesivos artículos y ensayos unos principios de actuación en materia económica, social y política basados en la doctrina social de la Iglesia (que había recibido un fuerte empuje a partir de la encíclica “Rerum novarum” del Papa León XIII) y en la idea central del pensamiento chestertoniano sobre el hombre: la idea de la dignidad y la redimensión del valor de la persona a partir de la Encarnación.

De esta manera “Chesterton no reverencia al hombre por un sentimiento de filantropía, sino porque lo reconoce como “signo sacramental del Dios encarnado” (expresión usada por Ian Boyd C.S.B.) De aquí se puede dar un salto, en primer lugar, a la familia, pero también a las pequeñas comunidades y a la sociedad entera.

Con base en este principio sacramental, defiende al hombre desde todos los puntos y en todos los campos posibles” (G.K. Chesterton y los regalos de Navidad). En el caso del movimiento distributista, sale a la defensa de un derecho fundamental de la persona: el derecho a la propiedad. La tesis central de sus escritos en torno a este tema se resume en esto: la propiedad debe estar distribuida entre todas las personas. La propiedad que el sistema capitalista pone en manos de la “plutocracia” y que el socialismo pone en manos del “estado”, los distributistas defienden que sea puesta en manos de muchos “pequeños” propietarios (cada persona tiene derecho a tener su propiedad. Cada familia debería tener una propiedad privada asegurada y, con ella, la seguridad y posibilidad de procurarse el propio sustento)

A partir de esta idea inicial se van añadiendo distintas aplicaciones prácticas y concreciones que, no han perdido su fuerza y el valor principal de sus postulados que reside en su visión del hombre, la cual implica una clara supeditación del sistema a la persona.

Para Chesterton, y para todos los distributistas, la persona está en el centro. El hombre no puede ser esclavo del sistema, sino que el sistema debe acomodarse a la necesidad del hombre en cuanto tal; está al servicio del hombre, si no, no es un buen sistema. Por este motivo toda defensa del socialismo o del capitalismo  pierde peso y valor, por más que parezcan eficaces o buenos en algún campo o contexto. Expresa así la diferencia entre estos dos sistemas y el distributismo: “(…) un distributismo ideal sólo es improbable; un comunismo ideal sólo es imposible; pero un capitalismo ideal es inconcebible” (The old objections”, GK’s Weekly – octubre 1927 -) Cuando el hombre no es libre o cuando su libertad es atacada, hay algo que falla y debe corregirse.

Esta es la principal aportación (entre otras muchas) del planteamiento distributista. No debe considerarse una utopía irrealizable, sino una propuesta inteligente, un reclamo para un mundo que poco a poco ha ido cayendo en el engaño del “estado de bienestar”, que supedita a la persona, poniendo por encima de su propia personalidad el simple “estar bien”, “vivir bien” al que no le importa la verdadera libertad del hombre (que llega a abandonar con indiferencia muchos derechos fundamentales con tal de “vivir bien”, o lo que en Hispanoamérica se ha llamado pomposamente “sumak kawsay” o “suma qamaña”).

Las crisis sucesivas que afectan a la sociedad y a la economía mundial son principalmente una crisis del hombre. Es importante redescubrir el valor fundamental de la persona para construir a partir de ella y a su medida las estructuras sociales convenientes. Por esto es actual y profundo el mensaje distributista: el deseo de Chesterton, a través de estos principios, es despertar la conciencia de tantos hombres que han quedado esclavizados por el mecanismo de sistemas e ideologías cerrados a la libertad y a la realización plena de la persona.

Un carterista es obviamente un campeón de la empresa privada. Capitalismo y comercialismo han tratado, en el mejor de los casos, de disfrazar al carterista con algunas de las virtudes del pirata. El punto sobre el comunismo es que solo reforma al carterista prohibiendo los bolsillos

Frente a tales sistemas artificiales, la solución está en tres realidades naturales y objetivas: la familia, la comunidad y la corporación. En cuanto a la primera, debe ser defendida como la célula social básica encargada de la educación y subsistencia de sus miembros, y ayudada a ser convertida en propietaria de sus medios de existencia, convirtiendo a los obreros en propietarios, ya que los hombres, sabiendo que trabajan lo que es suyo, ponen mayor esmero y entusiasmo.

En cuanto a la comunidad, ésta debe sostenerse en un conjunto cada vez más amplio de propietarios capaces de asegurar su existencia y compartir con sus conciudadanos. Y en relación a la corporación, ella esencialmente sigue un sistema de asociacionismo laboral donde colaboraran los distintos estratos de la producción de un sector determinado, tanto patrones como obreros, siendo ambos igualmente propietarios y beneficiados por las ganancias de su trabajo y esfuerzo.

Los liberales y socialistas critican al distributismo por tenerlo como una ideología utópica (como el marxismo), o por ser una forma económica contraria a la realidad social (como el liberalismo). Frente a ellos, Chesterton respondió que “dicen siempre de nosotros que pensamos que podemos recrear el pasado, o la bárbara simplicidad de la superstición del pasado; aparentemente bajo la impresión que queremos regresar al siglo XIX (y) que tal o tal tradición se ha ido para siempre, que este oficio o credo se ha ido para siempre, pero no se atreven a encarar el hecho que su propio tráfico y vulgar comercio se ha ido para siempre. Nos llaman reaccionarios si hablamos sobre revivir la fe o el renacimiento del catolicismo. Pero siguen calmadamente pegando sus papeles con el encabezado del Renacimiento del Comercio. ¡Qué llamado del distante pasado! ¡Qué voz de la tumba!”.

Chesterton atacó con fuerza ese liberalismo radical, que todavía hoy es responsable de la proletarización de millones de seres humanos (restringiendo la prosperidad a unos pocos), causando la colonización esclavizadora en medio mundo, y expoliando a las naciones del llamado “tercer mundo”. Así, el maestro inglés dirá que sobre sus críticos: “Ellos dicen que es utopía; y están en lo cierto. Ellos dicen que es idealista; y están en lo cierto. Ellos dicen que es Quijotesco; y están en lo correcto. Merece cada nombre que indique que tan completamente han sacado a la justicia del mundo; cada nombre que mida que tan remota de ellos y de su alma está el estándar de vida honorable; cada nombre que haga énfasis y repita el hecho que la propiedad y la libertad están apartados de ellos y los suyos, por un abismo entre el cielo y el infierno”.

La próxima sesión vamos a hablar de la tradición, una parte esencial del Estado, y del espíritu de la Nación. 



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