Mientras el número de contagiados por coronavirus por país en Sudamérica crece día a día, tenemos que ver con tristeza que el terrible momento en que los hospitales de nuestro continente se vean sobrepasados, y haya que tomar una terrible decisión: ¿quien se queda con la última cama?
Un mundo donde se cuestionan hasta los valores más esenciales de la propia naturaleza humana, donde todos los conocimientos pasados son arrojados al lodo más inmundo simplemente por ser obra de lo antiguo, y donde lo único que vale es la propia percepción del mundo que tenga cada uno.
La respuesta a esa pregunta choca con el carácter del mundo postmoderno; un mundo donde se cuestionan hasta los valores más esenciales de la propia naturaleza humana, donde todos los conocimientos pasados son arrojados al lodo más inmundo simplemente por ser obra de lo antiguo, y donde lo único que vale es la propia percepción del mundo que tenga cada uno. Es de hecho una construcción donde ni siquiera se intenta definir cosas elementales, optando por retruécanos que de un plomazo cercenan nuestra lengua y conocimiento.  
Pues son estos dirigentes los que muestran más preocupación por retomar peleas antediluvianas, o el caso de "líderes" que bajo falsas proclamas religiosas defienden ideas anti científicas, o abiertamente idiotas como tomar desinfectante, son ellos quienes tendrán en sus manos una decisión tan importante; una que en definitiva significa dar o no la posibilidad de tener atención médica. Es irónico que los gobiernos que más han promovido la eutanasia y el aborto tengan que ingresar a una lucha por salvar vidas. 
El control de la pandemia ha demostrado el enorme abismo que la postmodernidad ha causado entre Oriente y Occidente, aunque muchos nieguen tal idea. El logro de China al evitar la expansión en su territorio de la pandemia, sometiendo a bloqueo y cuarentena a más de 60 millones de ciudadanos, no habría sido posible sin las draconianas medidas, propias de la disciplina oriental y la filosofía de Confucio. 
Nosotros, hispanos y occidentales, nos es ajena e incluso repulsiva esa disciplina casi militar. Pero para nuestro "Occidente" postmoderno, que había creído dominar todas las problemáticas humanas reduciéndolas a impulsos químicos, y que se había desecho de la antigua problemática de la inmortalidad del alma gracias al "transhumanismo", pues la pandemia ha golpeado de lleno devolviendo la realidad. Tal y como en el clásico de La Guerra de los Mundos, la poderosa civilización que había proclamado el final de la historia se encuentra doblegada por una microscópica y poderosa amenaza. Y vamos perdiendo. 

La solución pasa por la unidad, como la de Grecia contra Persia, o la del mundo libre contra el terror fascista. Con ella nuestra civilización ha podido superar los momentos más difíciles y en ella se ha fundado históricamente nuestra fortaleza. Unidad que no significa uniformidad, pero ,que es fundamento básico para evitar la dispersión que conduce al caos

Maimónides, un destacado e importante filosofo judío de la España Árabe, señalaba razón y fé eran perfectamente compatibles pues, en definitiva, las dos tienen un mismo origen: la fe se fundamenta sobre las verdades reveladas por Dios, y la razón, sobre las que el conocimiento humano, potencia derivada de Dios, descubre por sí mismo. Por eso mismo hoy es necesario que volvamos a mirar hacia el conocimiento científico afianzado, volvamos a la ciencia empírica, y dejemos de lado las supercherías que la postmodernidad nos ha pretendido hacer ver. 
No debemos confiar en neosofistas que nos presentar como solución las inyecciones de desinfectante, o los que pretenden que este virus es un invento. La solución pasa por la unidad, como la de Grecia contra Persia, o la del mundo libre contra el terror fascista. Con ella nuestra civilización ha podido superar los momentos más difíciles y en ella se ha fundado históricamente nuestra fortaleza. Unidad que no significa uniformidad, pero ,que es fundamento básico para evitar la dispersión que conduce al caos. Guiados por los expertos, y abandonando las supercherías pseudocientíficas que solo han emperado el desastre. 
Con fé en Dios y su misericordia, y esperanza en que siglos de avances científicos puedan permitir el milagro, esperemos que ninguno de nuestros pueblos, ni ningún otro en el mundo, deba preguntarse ¿Quién tiene la última cama?. 

Anastasio López
Ministro de Asuntos Internos de la República de Rino Island
 *Esta columna expresa unicamente las opiniones personales del Sr. Ministro, y no representa necesariamente la opinión del gobierno nacional 
 
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