Hoy damos comienzo a nuestro curso de educación cívica rinoislandesa y formación política y social con un gran desafío; dar cuenta brevemente de la Justicia, sus sentidos, y su devenir histórico.

La palabra Justicia ha sido usada, a lo largo de la historia, en un doble sentido: en el primero, justicia es la idea básica sobre la cual debe inspirarse el Derecho (esto es. la regulación de las relaciones entre los hombres). En el segundo sentido, la justicia es la virtud universal comprensiva de todas las demás virtudes. Así, Aristóteles emplea la palabra "justicia" como expresión de la virtud "total" o perfecta. En un sentido parecido, la Biblia, San Agustín y Santo Tomás.

Modernamente se hace más hincapié en su aspecto de reguladora del Derecho positivo. En regla de armonía, de igualdad proporcional, de proporcionalidad entre lo que se da y lo que se recibe en las relaciones interhumanas, bien entre individuos o entre el individuo y la colectividad.

Las clases de Justicia son:

·         Justicia distributiva, que es la que se aplica al reparto de los honores y de los bienes públicos.

·         Justicia emparejadura, correctiva o sinalagmática, que se subdivide en dos especies: A) Justicia conmutativa, aplicable a las relaciones voluntarias de cambio, por ejemplo, a los contratos de compraventa; B) Justicia judicial, aplicable a las violaciones jurídicas, que exige una paridad entre el daño y la reparación, entre el delito y la pena.

·         Justicia legal, para procurar el "bien común" y conceder lo debido a la comunidad.

·         Justicia Social. Parte de la consideración de que todos los seres humanos tienen derecho a que el orden jurídico de la sociedad les suministre condiciones y servicios de seguridad, de educación, de igualdad de oportunidades y de protección al trabajo en un nivel humano digno y justo.

Cada época tiene pautas de valor distinto por las que se rige. Para el griego, en cuanto existía desigualdad en la naturaleza humana, se podía justificar la esclavitud. Para el hombre medieval, en cuanto creía en la distinta vocación de los hombres, según su condición social, existía, con toda justicia, una sociedad estamental y jerarquizada.

Las grandes convulsiones filosóficas, económicas, políticas y sociales del último tercio del siglo XVIII (Revolución Industrial, Revolución Francesa, Independencia Americana), cambiaron totalmente el panorama. Resumidas en su eslogan más famoso, se quiere "Libertad, igualdad y fraternidad". Pero libertad e igualdad son valores hasta cierto punto antagónicos. En el siglo XIX se pone fundamentalmente el acento en la "libertad", política y económica, que, si en frase de Ortega, "es el más noble grito que ha sonado en el planeta" (detrás, decimos nosotros, del "amaos los unos a los otros" cristiano), conduce inexorablemente, en el campo económico, a la más absoluta desigualdad.

La libertad económica y la defensa a ultranza de la propiedad privada (valores máximos para la burguesía, que había vencido a las clases dominantes en el Antiguo Régimen), divide a los hombres en "burgueses y proletarios", o "poseedores y desposeídos", o, en una célebre fórmula socialista, en "explotadores y explotados". Así estalla el "problema social".

Tiene varios aspectos: Uno, el incumplimiento del ideario liberal, con el sacrificio de la "igualdad" por la libertad; otro, la explotación colectiva de grandes masas obreras que, poco a poco, van tomando conciencia de su situación y de su fuerza en íntima conexión con la aparición del sindicalismo y de las ideas socialistas; por último, el ideario democrático y la conciencia popular de que la política no debe seguir siendo hecha por y para minorías aristocráticas o burguesas. También una concepción plena de la ética cristiana y de su concepto de la dignidad humana.

La Justicia Social se configura como una nueva actitud ante los problemas humanos. El estado liberal puro, abstencionista, que contemplaba impávido los conflictos sociales, interviniendo sólo en defensa del orden público, se ve obligado a transformarse e intervenir resueltamente para disminuir las tensiones sociales y proteger a las clases económicamente débiles a través de complejos y costosos sistemas de seguridad y protección de los supuestos de infortunio que pueden alcanzar al trabajador y a sus familias. Pero al ser una actitud y no un repertorio rígido de soluciones concretas, va evolucionando al compás de las propias transformaciones de la sociedad: hace un siglo podía cifrarse, por ejemplo, en las ocho horas de trabajo; más adelante, en las vacaciones pagadas; hoy, en la igualdad de oportunidades en la enseñanza y en las becas-salario.

La próxima sesión vamos a estar abordando el problema social y su respuesta desde la doctrina social de la Iglesia Católica, que es la religión de la Nación Rinoislandesa. 


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