“Lo primero que demostró la pandemia es la inexistencia de un plan B para la educación” conversando con Rodrigo Javier Dias, académico argentino.
Para comenzar
el ciclo de entrevistas del año 2022 hemos contactado al académico argentino Rodrigo Javier Dias, de profesión docente de ciencias
sociales, es actualmente maestrando en Sociología Política Internacional por la
Universidad Nacional de Tres de Febrero y docente de grado en la Universidad
Autónoma de Entre Ríos (ambas de la Argentina).
Rodrigo Javier Dias. Fuente |
Hablaremos
de geografía, política internacional, educación y mucho más, en nuestra
entrevista con Rodrigo Javier Dias.
¿Cómo surgió su interés por la geografía?
Desde siempre me sentí atraído por
todo tipo de contenidos vinculados a los procesos geográficos e históricos:
desde la deriva continental hasta el origen del universo, pasando por las
etapas bélicas e imperialistas, todo me resultaba de interés cuando era
pequeño.
El recorrido por el nivel medio
–enmarcado en un tipo de enseñanza bastante tradicionalista- me dejó más dudas
que certezas y eso promovió de forma indirecta una especie de cuestión sin
resolver, sobre todo en lo que respecta a algunos recortes espaciales que en el
secundario apenas eran mencionados (como África o Asia) y principalmente en
aquellas cuestiones en donde la Geografía parecía ser algo más que abordajes
estadísticos, memorísticos y enciclopedistas.
Una vez ingresado en el Profesorado,
de allí en adelante todo fue una oportunidad de formación y un mundo por
descubrir, incluso hasta el día de hoy. El desafío de comprender los procesos
que se desarrollan a lo largo y a lo ancho del planeta es el motor principal de
mi continuo interés por la investigación y la promoción de la divulgación y la
enseñanza geográfica.
¿Cómo ha sido la recepción de Un Espacio Geográfico por parte de la comunidad?
Sinceramente creo que fue mucho mayor al esperado. La idea original estaba centrada en armar un espacio en donde poder subir las clases virtuales en plena pandemia (el canal se lanzó el 16 de abril de 2020), pero luego se fueron sumando algunos comentarios de colegas con propuestas y sugerencias que le dieron más empuje y nuevas ideas al proyecto original. De ahí en adelante, creo que salió todo bastante bien, hoy tenemos una buena llegada a nivel latinoamericano –siempre pensando en que somos un canal educativo y de Geografía (y de Geografía más teórica o procesual, lo cual es aún más complejo)- y de a poco nos vamos haciendo un lugar dentro de las redes geográficas.
La idea original estaba centrada en armar un espacio en donde poder subir las clases virtuales en plena pandemia (el canal se lanzó el 16 de abril de 2020), pero luego se fueron sumando algunos comentarios de colegas con propuestas y sugerencias que le dieron más empuje y nuevas ideas al proyecto original.
La pandemia hizo evidentes las
precariedades del sistema educativo, tanto en materiales como programas.
A su juicio ¿Cuáles son los principales desafíos en esta área, de cara a
la post pandemia?
Creo que lo primero que demostró la pandemia es la inexistencia de un plan B para la educación (aquí me refiero a Argentina). Luego de innumerables reflexiones, proposiciones y elaboraciones en torno a la “revolución tecnológica” en educación, la llegada de la pandemia puso de manifiesto que todo eso no era más que un discurso de cristal: ¿es deseable la virtualidad formativa? Si. ¿Es necesaria? Con gran probabilidad. ¿Es posible afianzarla como un bien común? No.
Las desigualdades sociales, los
recortes presupuestarios en educación, la pérdida de la identidad del rol
docente –convertido en una especie de niñero/a de los distintos cursos
responsable ya no de la educación sino de la formación y hasta de la crianza de
los hijos (cuando Sennett hablaba de deriva pronosticaba, en cierta forma, este
presente)-, el bastardeo sistemático de los formadores, la multiplicación de
las tareas frente a curso y extracurso (por un salario que dista mucho de ser
digno) e incluso la construcción imaginaria de las “escuelas cerradas”
contribuyeron a consolidar un presente cuyos desafíos son aún más complejos que
su actualidad, y que parten desde la misma esencia del sostén de los lazos
educativos durante la pandemia: para “estar conectados” hacen falta toda una
serie de dispositivos y servicios que solo un porcentaje de la población
estudiantil y docente puede acceder.
De allí en adelante, interpretar la
virtualidad como la llave de acceso educativo a un reducto para ciertos
segmentos de la población (cada vez más pequeños) es un debate que tarde o
temprano deberemos dar: ¿cómo reconstituir la educación como un derecho? ¿cómo
garantizar igualdad de condiciones? ¿cómo reconstituir los lazos sociales entre
lo educativo y la sociedad?
En ese sentido escribí durante la
pandemia dos artículos, “Reflexiones
sobre una pandemia suelta en el mundo globalizado - La Educación” y “La
virtualización educativa: ¿de la Revolución Tecnológica al monopolio de lo
privado?” de descarga gratuita en donde
profundizo un poco más esta temática.
Si bien en un primer momento del
contexto pandémico se volvió a poner en el foco la vigencia del Estado como
actor decisorio (desde la aplicación de las restricciones hasta la gestión de
las vacunas), no podemos dejar de considerar que a partir del advenimiento de
la globalización del neoliberalismo la figura del Estado ha ido deteriorándose
y perdiendo peso específico frente a las lógicas productivas/extractivistas que
hoy por hoy dominan los escenarios.
En este sentido, enfocarse en la
rentabilidad antes que en las necesidades básicas de la población (más allá de
lo que se anuncie con bombos y platillos) ha configurado un camino a recorrer
en donde la reprimarización de las economías ha sido el denominador común: el
retorno hacia los extractivismos –aunque ahora con una violencia e intensidad
inusitada-, la dependencia de los capitales transnacionales para la explotación
misma y la eterna sujeción a los precios internacionales determinan hoy para
los Estados un derrotero en donde el primer criterio de análisis es el margen
de ganancia.
A partir de allí, la pérdida o el debilitamiento de las soberanías se está convirtiendo en algo mucho más real que una sombra en el horizonte, y va desde la educación (como referí anteriormente), pasa por la dicotomía tecnológica que trae una reprimarización profunda frente al irrefrenable desarrollo en I+D de los grandes centros globales y cuya consecuencia es tan sencilla como brutal: para acceder a un bien “B” o promover una redistribución progresiva es cada vez más necesario intensificar la extracción de nuestro recurso “A” –la moda de “ceder” los recursos naturales estratégicos a cambio de inexistentes regalías como forma de compensación o acceso a estas tecnologías está presente en todos lados-; y termina en la provisión misma de los alimentos: un Estado que se enfoca en explotar sus tierras cultivables para el mercado externo inevitablemente se verá obligado a suplir este desfasaje mediante importaciones, algo que en algunos países africanos –como los Cotton 4 y su dependencia extrema del algodón- ocurre ya hace tiempo y es un escenario al que nosotros (arriesgaría incluso a decir como región) vamos sin pausa pero cada vez con más prisa.
(...) No podemos dejar de considerar que a partir del advenimiento de la globalización del neoliberalismo la figura del Estado ha ido deteriorándose y perdiendo peso específico frente a las lógicas productivas/extractivistas que hoy por hoy dominan los escenarios.
Frente al creciente interés de las
grandes potencias en la Antártica, y con el fin del tratado acercándose, ¿Qué
rol pueden jugar Chile y Argentina, principales interesados en conservar
una Antártica Sudamericana?
Pregunta compleja…primero creo que
deberíamos esperar a ver qué ocurre cuando se acerque el final del tratado
antártico vigente…en función de cómo se viene intensificando la extracción de
recursos, el horizonte de agotamiento de los mismos y una maquinaria que dio
demasiadas muestras de no querer detenerse ni siquiera en contexto de pandemia,
pensar en una extensión del tratado bajo las condiciones del vigente me parece
algo utópico. Tomemos, como parámetro, las rutas comerciales del océano Ártico:
hasta China está disputando hoy por hoy la soberanía, a pesar de estar lejos de
allí.
Ojalá me equivoque en esto…
Y respecto a la Antártida Sudamericana, creo que existe la injerencia suficiente
por parte de algunos Estados y de ciertos grupos económicos para crear la
discordia y las disputas que sean necesarias para avanzar sobre río revuelto.
Las recientes chicanas de Kast y la efervescencia oportunista del Primer
Ministro británico no son temas menores. Será cuestión de depositar la
confianza en nuestros gobernantes presentes y futuros para que puedan construir
un camino que lleve hacia ese objetivo, aunque repito: me parece más una utopía
que una posibilidad latente.
Creo que en este caso la respuesta
más acertada es China. No se puede pasar por alto la presencia del gigante
asiático en el continente africano y las grandes inversiones que está
realizando allí. A diferencia del desarrollo colonialista y neocolonialista de
los mismos actores de siempre (EEUU, Reino Unido o Francia), China se introdujo
con firmeza mediante un enfoque de “desarrollo mutuo” más cercano al
paternalismo, lo cual en una primera instancia marca una diferencia y una
preferencia. Considerando los cuantiosos recursos que este continente posee y
su posición geoestratégica en lo comercial, el estar presentes –aún bajo el
rótulo de observador que Israel tiene- no deja de representar los intereses
propios como los de sus aliados.
7.- Diez años después de la llamada “primavera árabe” los resultados son preocupantes; Siria, Libia y Yemen están en guerra civil, y Egipto nuevamente tiene a un militar en el gobierno. ¿Qué evaluación hace de ese proceso?
Hace poco más de un año estábamos
realizando junto a un grupo de colegas
un seminario gratuito que decidimos llamar “El SOANA
a diez años de ´La Primavera Árabe´” porque creíamos necesario analizar desde múltiples perspectivas cuáles
habían sido los impactos y las transformaciones sobre los territorios afectados
luego de un lapso considerable de tiempo como para darle una relectura.
En términos generales –y tomando en
cuenta todos los procesos de distinta escala que se desarrollaron luego-, poco
ha cambiado en esta década transcurrida. Algunas modificaciones, mínimas,
algunos arrestos de orden democrático y poca concreción: en definitiva, las
sociedades del norte africano y del sudoeste asiático continúan atravesando
situaciones complejas, de una desigualdad atroz que no hace más que
profundizarse y para las que no hay solución alguna en el horizonte inmediato.
Rescato dos ideas que propone Alain Badiou en una conferencia dada poco tiempo
después de los atentados en París (2015): la primera de ellas, el concepto de
las “Nuevas prácticas imperialistas” como el reflejo de las dinámicas
desplegadas en toda el área afectada por los levantamientos, cuyo resultado de
fondo se ve materializado en la fragmentación territorial de los Estados y el
vacío de poder –o su cesión tácita hacia grupos subnacionales-. De allí en
adelante, la posibilidad de apropiarse de los recursos sin tener que rendir
cuentas ni regalías a nadie se volvió algo bastante más que posible.
Derivado de lo anterior y como
segundo concepto, una reflexión del mismo autor sobre la dualidad “civilización
y barbarie”, tan trabajada en nuestra historia contemporánea: ¿Cuál es la peor
incidencia, la de la barbarie “barbárica” que comete los atentados –daño
colateral de la revulsión, la incertidumbre y los actores que cobraron poder en
el tránsito de los levantamientos en el SOANA- en distintas partes del mundo
como única forma de hacer ver sus reclamos, o la de la civilización “barbárica”
que en pos del progreso (podemos discutir de quiénes) desarticula, segrega y
excluye sistemáticamente a la práctica totalidad de estas poblaciones desde
hace al menos tres siglos?
Creo que es por ahí por donde tenemos
que comenzar el análisis de la actualidad de la “Primavera”.
Recientemente un candidato de
ultraderecha y austro-libertario obtuvo el 20% de los votos en Buenos Aires,
con un programa de radicalización del modelo neoliberal. ¿Cómo se explica
este resurgimiento de una extrema derecha que hasta hace poco era solo
testimonial?
Creo que esta pregunta por si sola amerita
un artículo aparte. Es un proceso de larga data y profunda complejidad que se
cimenta en la erosión de los lazos sociales propugnada por el advenimiento de
la Nueva Cuestión Social –entre otras cuestiones-, y por la construcción de una
subjetividad neoliberal que fue vehiculizada y potenciada por la explosión de
las redes sociales. En la historia ha habido varios procesos similares, en
contextos similares, aunque con desencadenantes distintos, que derivaron en el
surgimiento dentro del entramado político de figuras, grupos y/o partidos que
comparten dos características: la radicalización de sus discursos y la
construcción de una supuesta alternativa superadora a lo existente. Si bien
para muchos puede resultar inexplicable la cantidad de votos obtenidos, era
algo que se podía llegar a dar en el corto plazo.
Finalmente, ¿Qué película relacionada a
la política internacional le recomendaría a nuestros lectores, y por qué?
En función del contexto en el que estamos inmersos y de la interminable sucesión de “reveses” ambientales que tenemos casi a diario, creo que la sugerencia iría para el lado de “Don´t look up”, película recientemente estrenada en una de las plataformas de streaming. La manera en que se toman las decisiones, las prioridades e incluso como se tejen los entramados y los personajes políticos en la actualidad se muestran en la película de una forma bastante irónica y descarnada que no deja de tener –mal que nos pese- una cuota bastante generosa de realidad. Podemos ir directo hacia nuestra extinción pero si aún existe la chance de obtener ganancias, valdrá la pena el sacrificio…es triste pero cada vez más real.
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*Entrevista de Arturo Loretti.