El culto a la personalidad es la creación de una imagen idealizada y heroica de un líder, a través de halagos, elogios incondicionales y la exaltación (cuando no la invención) de sus propios logros. 

Así, se eleva a una persona hasta transformarla en un superhombre, dotado de características sobrenaturales propias de una deidad. El líder, jefe o caudillo aparece entonces dotado de un conocimiento inagotable, de una visión extraordinaria, de un poder de pensamiento que le permite prever todo, y, también, de un comportamiento infalible, pues al igual que las deidades este líder no puede errar jamás. 

Ejemplos hay de sobra en el mundo actual, pero no son esos dictadores de caricatura que suele mostrarnos la prensa. No, los cultos a la personalidad los tenemos al frente, y sin embargo no los vemos. 

Su graciosa Majestad Isabel II es un buen ejemplo de esto. La señora ha sostenido un culto aberrante en torno de si, que la ha dotado de características extraordinarias y una adoración mayor que la de su propia iglesia de Inglaterra, que es encabezada por ella misma. 

Es decir, no solo ella es el soberano, sino que además en la jefa del culto, aparece en monedas, billetes y estampillas, además de ser su propio cumpleaños el día nacional. Sin olvidar que posee buena parte de los recursos naturales de forma directa, y gobierna sin límite alguno en lugares como Jersey o la Isla de Man.

Con facultades como esa don José Stalin, Mao y Kim Jong Un parecen unos socialdemócratas. ¡Pero la señora es casi una deidad en esos lados! 

Las campañas políticas son también un momento de gran exaltación del candidato; lo normal es que esto acabe después de la elección. Sin embargo, cada vez es más frecuente el fenómeno contrario. El gobernante electo pasa a ser servilmente adulado por sus partidarios y endiosado por la prensa, transformando al político más medio en un sabio infalible, en el más grande estadista de todos los tiempos. 

Los medios de comunicación han desempeñado un papel fundamental en la forja del culto a la personalidad de los líderes nacionales. Desde dictadores burdos hasta líderes "democráticos". Dirigentes tan disímiles como Obama, Troudeau, Trump y la reina Isabel son objetos de una exaltación ridícula por parte de su prensa partidista. Lo impresionante es ver a los medios supuestamente independientes hacerse eco de noticias abiertamente ridículas, sobre la vida de las mascotas del líder, o sus supuestas hazañas. 

Pierde la prensa su carácter de informador, pasando a ser un mero instrumento del gobierno de turno. El totalitarismo ya no requiere uniformes militares ni partido único, que las redes sociales le proveer lo mismo y más barato. Los memes aseguran el culto a la personalidad mucho más que millones de carteles en las calles. 

Hay que estar alertar frente al creciente avance de este culto a la personalidad en la prensa extranjera y global. Hoy se está volviendo la regla general, de modo tan grosero y a la vez tan naturalizado que pasa desapercibido. 

Por Arturo Loretti



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