En esta sesión de formación cívica nacional vamos a hablar del desarrollo y del subdesarrollo. Son cuestiones que en nuestra Sudamérica son frecuentemente consideradas, aunque son palabras un tanto vacías si no se las dota de substancia.

Cuando hasta la voz augusta del Pontífice se ha alzado para decir: "Desarrollo es el nombre actual de la Paz", nos encontramos ante un concepto que ha alcanzado valor universal. Todos los pueblos, todos los sistemas políticos tienden hacia el desarrollo. Para muchos, es esta época de decadencia, o fin de las ideologías: lo importante es que los sistemas políticos inspirados en ellas tienen problemas comunes para conseguir el desarrollo económico y social y las fórmulas para resolver los problemas son comunes en cierto sentido; esto no es exacto del todo, pero sí bastante indicativo; para muchos son, hoy, menores las diferencias entre la Rusia y Suecia o Gran Bretaña, todos ellos países desarrollados, que entre cualquiera de ellos y Bolivia o Senegal, posibles ejemplos de países subdesarrollados.

El concepto "subdesarrollo" o "país subdesarrollado" tiene un sentido histórico y comparativo. Hay países subdesarrollados "ahora" y en comparación con otros países, "ahora desarrollados". En cierto sentido todos los países son subdesarrollados, puesto que todos ellos son susceptibles de desarrollar sus riquezas de manera extraordinaria y de elevar el nivel de vida de sus gentes.

Para Moussa son subdesarrollados, "los países cuyo desarrollo económico ha alcanzado el nivel más bajo y que sólo aseguran a sus habitantes el bienestar más rudimentario".

Un dato escalofriante es que la diferencia de riqueza entre los países tiende a aumentar y no a disminuir; los países ricos son cada vez más ricos, y los pobres, cada vez más pobres; durante cien años se ha seguido el mismo camino.

Sobre la determinación de los criterios de subdesarrollo, existen fuertes polémicas y no están en absoluto claro el dato decisivo para dividir a los países en ambos grandes grupos de la humanidad. Es cierto también que hasta en los países más desarrollados existen islotes de pobreza.

Sauvy en su "Teoría General de la Población" señala los siguientes criterios: "La elevada mortalidad, la alta fecundidad en el matrimonio, la higiene rudimentaria, la deficiente alimentación, el bajo consumo de energías por habitante, el analfabetismo, la gran proporción de agricultores, el subempleo por insuficiencia de medios de trabajo, la condición inferior de la mujer, el trabajo de los niños, la debilidad de las clases medias, el régimen autoritario bajo sus diversas formas y la existencia de pequeñas comunidades mal integradas con ausencia de unidad nacional".

Naturalmente, los países desarrollados serán aquellos en que existan caracteres opuestos a los de la lista de Sauvy, y su situación social, por ende, será totalmente distinta.

En los mapas del mundo en que se señalan gráficamente los niveles de desarrollo, se pueden distinguir tres agrupaciones de zonas desarrolladas: los países de la Unión Europea, los Estados Unidos y Canadá, Rusia, Japón, Australia y Nueva Zelandia.

La Europa desarrollada ofrece hoy día, si no una total homogeneidad, sí unos caracteres comunes tanto en el terreno político como económico.

Con Monarquía o Repúblicas se trata de países dentro del esquema democrático anglo-francés: Parlamentos, Gobiernos responsables, sufragio, existencia de partidos políticos (el comunismo prohibido en República Checa, es permitido en los restantes), fuertes partidos socialdemócratas (socialistas moderados) que alternan o comparten el poder con partidos "burgueses" (cristianodemócratas, conservadores o liberales), fuerte influencia de la llamada "opinión pública" a la que el Poder respeta y al que influye; asimilación absoluta de las viejas libertades clásicas o individuales, intervencionismo estatal en el terreno económico, sindicalismo “libre”...

Desde otros puntos de vista: Estado de bienestar (destaca Suecia en este aspecto), cierto número de grandes servicios nacionalizados, neocapitalismo en los más de este grupo de países, alta renta "per capita", anchísima clase media, escasa población campesina (en Gran Bretaña no llega al 5 por 100), inexistencia del analfabetismo, consumo desenfrenado, cierto hedonismo, escasa influencia, relativa, de las religiones, etcétera.

La lucha de clases denunciada por el marxismo ha sido suavizada, aunque de vez en cuando estallen huelgas de grandes dimensiones y existan, desde luego, grandes diferencias económicas entre las diversas clases sociales.

Lo que separa fundamentalmente a la Unión Europea de los Estados Unidos son principalmente dos cosas: La existencia del Estado de Bienestar con un desarrollado sistema de Seguridad Social y la búsqueda entre tensiones, de sistemas que permitan una auténtica democracia, en grado más profundo que la simple democracia liberal, conseguida desde hace mucho tiempo en sus aspectos más formalistas e individuales.

El otro aspecto específico europeo de la situación social en este tiempo lo presenta la búsqueda, aún no conseguida, de un sistema capaz de construir una auténtica democracia social, en que el ciudadano no se limite a votar cada cuatro o cinco años y a estar protegido por una Seguridad Social más o menos perfecta, sino que participe en las decisiones de las cuestiones que le afecten, tanto a nivel de empresa como de gobierno local, provincial, regional o nacional.

Especial importancia, tanto en Francia como en otros países, ha tenido el conflicto universitario, en que la juventud pedía también una participación activa en la solución de los problemas del "alma mater", regida, en la vieja Europa, por viejos moldes insuficientes y caducos.

La palabra mágica "participación", en lo universitario, como en lo político, como en el campo de la Empresa, parece condensar esa nueva democracia que se adivina en el horizonte.

Cuando se habla de liberalismo o de comunismo con sentido crítico, hay que tener en cuenta la "teoría" de una y otra doctrina y la práctica real, que a menudo se' encuentra muy distante. Ya hemos dicho cómo en la Europa no se encuentra, ni remotamente, el liberalismo económico en estado puro: el Estado se ha hecho intervencionista y "planifica" más o menos las economías nacionales; la existencia de una vigorosa Seguridad Social y de unos Sindicatos afectos en su mayoría a partidos políticos de izquierda, conforman una realidad alejada sobremanera de los principios de un Ricardo o de un Adam Smith.

Sin embargo, el país más poderoso de Occidente, los Estados Unidos, aun sin mantener el liberalismo económico en estado químicamente puro, se separan del modelo europeo rechazando toda intromisión estatal en la economía (sólo apareció algo de ello con el segundo de los Roosevelt y su New Deal, a trueque de incontables acusaciones de "socialista" e incluso "comunista"), no admitiendo ningún sistema de Seguridad Social por juzgarlo también "socialista" y permaneciendo unos Sindicatos obreros, si bien poderosos, sin ideología propia obrerista, impregnados de los principios sacrosantos de "libre empresa" y atentos sólo a la defensa de los intereses profesionales.

La especial mentalidad norteamericana con su ética calvinista de que los elegidos demuestran que lo son porque triunfan en el mundo, el hecho de que la clase obrera siempre ha sido minoritaria y nunca ha tenido conciencia de clase, de que los llamados "white collars" son en realidad más numerosos que los "blue collars" (técnicos y administrativos y obreros propiamente dichos, despectivamente), explican en parte esta especial situación norteamericana.

Lo curioso es que, al lado de unos ingresos medios "per capita" realmente extraordinarios, coexisten minorías que continúan viviendo en la pobreza más abyecta. Todo ello se complica, desde luego, por el problema racial. El 80 por 100 al menos de los "pobres" norteamericanos son negros, puertorriqueños o de origen latino. Estos constituyen los únicos que parecen tener una cierta "conciencia", no está claro si de "clase" o de "raza", y entre ellos ha surgido el único movimiento que pone en entredicho el "stablishment" norteamericano. 

Por lo demás, la "alienación" provocada por la identificación de los valores de la "libre empresa" con los propios valores nacionales y patrióticos más sagrados y la elevación del "consumo de masas" al nivel de mito nacional, junto con una propaganda desaforada en la misma línea y la consideración del socialismo y del comunismo como obra del propio demonio y enemigos mortales de Estados Unidos, hace que parezca de difícil modificación el "status" social e ideológico, brillante pero radicalmente injusto.

Entre otras consecuencias de este "capitalismo a ultranza" norteamericano, aparece la vinculación estrecha de él, con la situación de subdesarrollo de Iberoamérica: las célebres oligarquías que dominan, con los matices que se quieran, del Río Grande a la Patagonia, tienen siempre detrás a intereses concretos de grandes compañías norteamericanas.


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